miércoles, 23 de noviembre de 2016

Calle Toledo 15


Durante los dos últimos meses hemos vivido en Parla, y seguimos viviendo, la dramática situación de unas mil personas que sobreviven sin electricidad en un edificio conflictivo, aberrante desde antes incluso de ser levantado, desde que un terreno dotacional fue convertido en habitacional, desde que viviendas temporales se convirtieron en viviendas sociales, desde que la titularidad privada pasó a titularidad ni-contigo-ni-sin-ti-tienen-mis-males-remedio... El corte de electricidad ha sido el detonante de un conflicto social explícito, pero el problema es mucho más profundo y complicado, porque afecta a personas y a situaciones de diversa naturaleza. Hay personas que se sienten estafadas y tuvieron que abandonar unas viviendas compradas con todas las de la ley, la misma ley que se incumplió en ese aberrante edificio desde el principio; hay personas que a pesar de ocupar irregularmente unas viviendas que necesitaban -y necesitan-, han tratado -y siguen tratando- de regularizar su situación; hay personas que se han aprovechado de personas y personas que no tienen intención de regularizar nada... Hay responsabilidades políticas y administrativas prolongadas en el tiempo, que afectan a la calidad y la titularidad del edificio, a la normalización de sus ocupantes, al pago de alquileres y gastos, que habrá que depurar. Y hay un sesgo cultural, racial, geográfico, religioso, en el tratamiento del asunto, que lo contamina más todavía... Sin embargo, tanta complejidad me sugiere una triple evidencia de una sencillez pasmosa: mi bienestar está indisolublemente unido al bienestar de mi vecino; mis impuestos deben servir, entre otras cosas, para que todas las personas de mi entorno tengan cubiertas sus necesidades básicas y algunas más; y la pobreza no es delincuencia, sino inadmisible, la vergüenza inadmisible de una sociedad que se llama desarrollada. Y en eso no debería haber enfrentamiento.



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