miércoles, 11 de octubre de 2017

Cuentas pendientes


Tras cuarenta y dos años desde la muerte del dictador, que gobernó durante treinta y seis, tras varias generaciones de ciudadanos democráticos, tras la estabilidad que debería dar una democracia cuarentona… Tras todo esto, parece mentira que todavía nos queden tantas cuentas pendientes, unas cuentas tan básicas pero tan necesarias como la de la recuperación de la memoria histórica, la reforma de la Constitución libre ya del peso de una transición interminable, el saneamiento de los poderes, los partidos y las administraciones, la de una política educativa por encima de todas las cosas, la aún pendiente consolidación en materia de igualdad… Parece mentira que estas cuentas sobre la vida en común todavía estén pendientes en un país desarrollado y con todos los recursos suficientes para llevarlas a cabo. En este sentido, es asombroso que aún seamos incapaces de asumir la idea de país plurinacional vivo, activo, que va a necesitar de revisiones periódicas. Es asombroso que no comprendamos que la pertenencia a una de esas nacionalidades, o a varias, no se define por oposición a ninguna de las demás, ni siquiera a esa que las aglutina. Mi españolidad no se define por oposición a tu catalanidad, vasquidad, galleguidad, y viceversa, claro. Ser español y o catalán y o vasco y o gallego, significa habitar un país cambiante, construido sobre las placas tectónicas de las nacionalidades que de vez en cuando chocan y sacuden el suelo que pisamos. Es inútil negar la evidencia y hay que trabajar para construir relaciones a prueba de seísmos. Y para ello necesitamos, vuelvo a repetir, dos cosas: ser ciudadanos maduros, educados, informados, críticos, y tener políticos de altura, nuevos, a poder ser, dispuestos a llevar a cabo lo que tanto necesitamos: regeneración, honestidad, compromiso, responsabilidad y profesionalidad. ¿Lo segundo parece difícil? Pues lo primero, uf.



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